Nov 27, 2006

Retrato de una eventualidad.

Retrato de una eventualidad.

Hace tiempo que decidí recortar los bolsillos de mis pantalones. Supe por boca de otro que ocultar bien las miserias engrandece a las personas, y que poco podíamos hacer a fin de cuentas para no verse suspendido por los tobillos. Si el tiempo ejerce bien su profesión no nos salvará ninguna intercesión divina, ni recomendación Vaticana. Por esto creo firmemente en la discreción mientras sea posible soportar una indumentaria sin gafas de sol y gabardina.
A lo hecho le sienta mejor sacar pecho en el anonimato, porque hay errores con los que podemos convivir de puertas para adentro y que no pasarían por la cuerda floja del gentío tan fácilmente, porque los has cometido con la torpeza de un elefante. La misma boca tenía la lengua insensible al exceso y me confiaba sus lances, avivándosela con delicadeza y Ron blanco. Poco pudo hacer el sol Malagueño o las playas de Mazarrón salvo calmar el ansia de a quien la vida le vino breve desde el principio. Sabía llevar con elegancia los estigmas y el fulgor del delirium tremens hasta el punto de no perderse de vista en el espejo del cuarto de baño después de haber vomitado la memoria. Una tarde me espetó; “Es de tu incumbencia ponerte a salvo”, “¿a salvo de qué?”, Pregunté, “a salvo de las dudas, si le das soledad y comodidades serán buitres y después de haber catado la podredumbre de la que te has desprendido, sabrás que desde entonces volverán todas las noches a compensar el favor y comerán de un plato que no pueden apreciar, es de tu incumbencia ponerte a salvo”.Acepté el envite, como un centinela confía en sus piernas. Ahora comprendo que cerrase el trato con el anverso de la mano. In memorian (R.B.).

Arroz con mala fama.

Arroz con mala fama.


Probablemente lo que decimos en ocasiones tiene el mismo tiempo de reflexión que pulsar un timbre, por esto a lo siguiente quiero darle la misma importancia, aunque si cabe hacer un breve comentario.
Uno tiene por costumbre (discúlpenme) echar una siesta con la televisión encendida por aquello de que no me gusta dormir solo. Siempre sucede ( lo de dormir) con un run run de fondo que bien podría ser como en aquella escena de la película Como Dios en la que Jim Carrey hacía sudar al presentador de un informativo con un epiléptico trabalenguas, ¡ese! Run run de calidad tiene unos efectos inmediatos como si Diana Krall me susurrase al oído Dancing in the dark. Al grano...pongamos que en un programa de trascendencia adolescente, le dan la voz y el voto a un tertuliano sabelotodo y espeta contra todo pronóstico del tercero en discordia Morfeo que huyo por patas “ es que con 29 años ya se le ha pasado el arroz”.
No deja de ser curioso que me taladre tal absurdez y rasque como la absenta, aunque algunos de los efectos causados por esta a menudo no le vendrían mal al individuo sacamuelas. La paradoja continua con la misión imposible del cámara tratando de ocultar alguna pata de gallo mal recebada, consenso en el coro ¿ o quizá consuelo?
Cito a Picasso: “ cada vez que me dicen que soy demasiado viejo para una cosa, procuro hacerla enseguida”. Con la venia:
Dentro de lo lógicamente razonable se me atraganta como una sopa de cerillas que alguien pueda sentirse privado de sus sueños y por lo cual en buena parte de su libertad, nos excluye por narices del uso de algo que heredamos sin poder negarnos, nuestro tiempo, y promete ser un tópico que ya escuchamos mientras nos aprietan la cadena del chupete y se hace canción del verano para toda la vida.Espero que los que me vean mordiéndome las dudas a duras penas no me vean nunca arrojar la toalla ¿ que otra cosa puedo hacer si no?

Nada más lejos.

Nada más lejos.


Código 208, habitación 117, 3ª planta de una especia de búnker geriátrico donde la soledad se vacía como la billetera de un conductor de limusinas. La visita iba a ser lo suficientemente breve como las anteriores, lo suficientemente intensa como para recalar en la memoria y lo suficientemente arriesgada, si uno no cuenta con una buena coartada en su vida para no acabar en las mismas. Accedo del moderno ascensor a su cuarto, y como quien recibe la visita de un chusco a los pies de su cadalso, saltándome un par de estofas del soneto, supe que tenia un padre sin el favor de Shakespeare.
Era consciente de que el tiempo se nos echaba encima, el simplemente desconocía que tenia un pie y medio en la que se supone mejor vida, paradojas...
Tomamos café, sentí el poder de lo efímero. El tiempo y su tribunal, nada de apelaciones a la postre, nada de contemplaciones, mi padre bajo su sospecha y yo por un instante su único testigo. Bebí aquel ácido café, la luz... y la luz? Se supone que debía componer todos mis recuerdos hacerlos un único pensamiento, sus cuadros, sus libros, sus tardías vacilaciones con la filosofía, hacían otro contexto, otro trazado por el que afinarle. Apenas recordaba su característica dejadez, el serrín de sus zapatillas, el olor de su tabaco, anotaciones, pensamientos, ahora se hacían comprender de alguna manera, de alguna manera era un estímulo, algo...nada... El ambiguo rasero por el que confió a la suerte sus sueños, esperando la ostia definitiva, sentado, aguardando el cambio a su favor, nada.... Vi a un hombre luchando contra las cuerdas, esquivando los golpes, el dolor y la patraña, la luz y las tinieblas ambos uno, magnitudes hechas de la misma materia. Con el ultimo trago nos despedimos – puedes venir cuando quieras, le mire a los ojos y simplemente asentí.

La lengua como un zapato.

La lengua como un zapato.


Precauciones.

Si uno está dispuesto a renovar sus fracasos, la decisión de ponerle otro decorado más allá del puente pasaje supone una alternativa para los que por desgracia hemos tomado la precaución de continuar cometiendo errores, aún cuando del trasero, nada más te quede la barbilla. Sin embargo, esta decisión no colmaría alguna que otra contingencia -que dicho sea de paso y para llevarle la contraría al bolero- podría pasearse clandestinamente contigo sin haber pagado el viaje. Arrieros somos...

Seducciones.

Una noche pateaba mis conflictos, guirigáis y las imperfecciones humanas como de costumbre, seducido por la idea de completar los ingredientes de este alquímico potingue. En el vórtice de todo ello, reaparece la figura de una mujer inconfesable, una mujer hecha a imagen y semejanza de mis expectativas, una mujer ensoñada de alto contenido, una mujer con fama de un pulso con falta de sentencia y con seguridad en el manejo del tenso filo en el que nos hallamos de puñetera casualidad. En tal compromiso, uno debe renunciar a lo real en plena batalla campal, de esta forma omitir que estás de suerte, que tienes el mando, tú y tus incertidumbres, en las manos de una mujer sin pasado, en la que confías tus fiascos para colmo de tu sicoanalista.


Amaneceres.

Ella estaba a la deriva y yo era un simple epicentro. Esto es un punto a mi favor. Todo parecía indicar que el camino de vuelta a casa o al paredón mejoraría la estampa del trayecto con la poco decorativa Santa compaña. En efecto, así lo hicimos, arrastramos nuestros cuerpos maltrechos y como figurante solidario que atiende al engaño del que sueña, nos ceñimos mi sueño y sus incógnitas, mi deserción y mis dudas, para darle el último golpe de efecto con los terminales latidos de la madrugada.
Amanecí oras después, aun almacenados unos pocos vestigios de la noche, aún mecidos en desinfectante mis conflictos, mientras ella ahora en persona abría los ojos y la boca. “ Quillo, tengo la lengua como un zapato, tráeme agua”.
Supongo que a la pura realidad le sienta lo mismo el paseo marítimo, que la provocadora idea de toparme en las mismas, en un motel de carretera, en un club Parisino o en plena huida por la ruta 66.